«Ya no te quiero»
Tras años de imperio de la infidelidad como principal causa para romper una pareja, el desamor se ha convertido en la motivación principal para divorciarse. Al menos en Reino Unido, según un estudio de la consultora Grant Thornton’s. A la infidelidad, desplazada al segundo puesto, le siguen el comportamiento irracional, citado en un 17% de los casos, y la crisis de los 40 (10%).Tras años de imperio de la infidelidad como principal causa para romper una pareja, el desamor se ha convertido en la motivación principal para divorciarse. Al menos en Reino Unido, según un estudio de la consultora Grant Thornton’s. A la infidelidad, desplazada al segundo puesto, le siguen el comportamiento irracional, citado en un 17% de los casos, y la crisis de los 40 (10%).
En España no abundan las estadísticas al respecto, y menos desde 2005, pues no es necesario argumentar un motivo para divorciarse. Pero, desde su experiencia, la abogada de familia Gabriela Domingo cita los más comunes: «El individualismo, pues se quiere estar casado pero en algunos aspectos seguir como soltero, la complejidad de las relaciones, las infidelidades… y las altas expectativas: le suele ir mejor a quien ve el matrimonio como el comienzo del camino que al que lo ve como una meta».
También hay una edad para cada divorcio: «Entre los 35 y 45 años se suele producir un bajón en el matrimonio, falta aire, se quire ser el eterno Peter Pan. En matrimonios más mayores la causa puede ser la infidelidad, la desilusión o el ‘ya no aguanto más'», apunta Domingo.
Preguntada sobre las causas de ruptura, la profesora de Psicología Social de Universidad Complutense de Madrid, Concha Fernández Villanueva, entiende que el desamor se haya impuesto a la infidelidad: «Ésta no tiene por qué implicar divorcio, mientras que el desamor sería la causa última, la que más justificaría la ruptura». Además, a su entender, «una infidelidad no supone que haya desamor, pero en cuanto éste aparece, con lo que conlleva de desapego, falta de vínculo… Ya no hay arreglo».
En cualquier caso, llama a no confundir amor con enamoramiento: «Propio del inicio de la relación, conlleva un deseo ferviente de ver al otro, con correlatos fisiológicos (sonrisa, palpitaciones…). Con el tiempo, se transforma en cariño».
Por otro lado, reconoce que la infidelidad está ahora mucho más aceptada: «Atrás quedaron los años en que existía el delito de adulterio, o en que la pena era muy leve por matar a tu esposa si la pillabas in fraganti«. También el matrimonio ha evolucionado: «De ‘hasta que la muerte nos separe’ a ‘hasta que el desamor nos separe’, e incluso hasta fórmulas de contacto matrimonial por unos años y renovables», expone Fernández Villanueva.
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