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La primera mujer que se divorció en España

Su luna de miel discurrió entre Torremolinos y Mallorca. De lo demás, del nombre de iglesia donde se casó en Santander, del día de la boda y del menú que se sirvió en el banquete… no se acuerda. Y la verdad es que Julia Ibars, la primera mujer en obtener el divorcio en España, tiene bastante bien enterrados los recuerdos de su primer matrimonio, pero un aniversario (justo hoy se cumplen 30 años de la publicación en el BOE de la Ley del Divorcio) le ha animado a desempolvar el álbum nupcial y a refrescar en su memoria el día en que se convirtió en noticia.

Julia, una santaderina de 57 años que ahora reside en el pueblo malagueño de Alhaurín de la Torre, donde regenta una tienda de regalos, llevaba largos años sin repasar las fotos de esa luna de miel en la que ella, una jovencita de 27 años de físico envidiable, posaba en bikini junto a Vidal, su apuesto marido que se ganaba la vida como modelo de calzoncillos para la firma Jim. En una de las fotos sonríen, en otra se agarran de la mano… «Pero todo se trataba de una fachada que se derrumbaba en la intimidad».

El matrimonio, al que le había precedido tres años de noviazgo, duró otros tres hasta que acordaron separarse de mutuo acuerdo. La pareja no tuvo hijos (ahora ella es madre de dos hijos adoptados y su ex, Vidal, casualidades de la vida, de dos hijas también en adopción). La ausencia de hijos, seguramente, resultó determinante para agilizar el proceso. Además, no hubo líos económicos. «Yo no anhelaba quedarme con nada», dice mientras hojea los papeles de la sentencia dictada por un juez santanderino el 7 de septiembre de 1981. Un desenlace feliz con dos fechas anteriores marcadas en rojo.

Cuenta Julia Ibars que una calurosa tarde del 22 de junio de 1981 dejó escapar un suspiro de alivio. Sentada frente al televisor, escuchó con el corazón en un puño las emocionadas palabras del entonces ministro de Justicia de UCD, Francisco Fernández Ordóñez: «Hemos conseguido derribar una importante barricada», declaraba radiante a los medios Ordóñez tras conseguir que el Congreso aprobara el proyecto de Ley del Divorcio.

Curiosamente, esa jornada el político celebraba también su 51 cumpleaños. Pasaron 15 días, hasta que el 7 de julio, la segunda de las fechas en rojo, la iniciativa se ratificó como ley. Hoy, tres décadas después, esta pionera en divorcios recuerda a los periodistas agolpados a las puertas de su casa en Santander buscando una foto y las impresiones de la primera mujer en conseguir el divorcio en España. Lo que hace 30 años resultó algo insólito en nuestro país es el pan nuestro de cada día en los juzgados civiles españoles. Casi millón y medio de parejas han seguido hasta nuestros días el camino abierto por Julia.

En el centro de la noticia

Lo cierto es que al principio la cántabra no daba crédito. «Solo cuando apareció mi nombre en el informativo, comencé a darme cuenta de que era un paso importante». Anónima hasta entonces, Julia monopolizó la atención de la prensa nacional y de varios medios internacionales, que se volcaron en saludar la noticia como un paso más hacia la normalización de un país que pocos meses antes se había sacudido con el golpe de Tejero. Con tantos periodistas a su alrededor (siempre había vivido ajena a la notoriedad) apenas pudo digerir su recién estrenado estado de soltera. «A pesar de que todo eso me desbordaba, estaba muy feliz. No ya por mí, sino por muchas personas que vivían una situación insostenible y por fin iban a poder cambiarla», comenta Julia, cuya historia inspiró la serie televisiva ‘Los Quién’ de Antena 3.

La santanderina reconoce que cuando salió su caso en la prensa le dio mucha vergüenza, «sobre todo por la familia, por mis padres, incluso por mis suegros. Así que primero me mudé a casa de mi tía y pasado un tiempo, me vine a Málaga». Allí abrió una hamburguesería («me iba muy bien, pero era muy estresante») que traspasó antes de marcharse a la isla canaria de La Gomera. Allí permaneció 25 años antes de regresar a su «queridísima» Málaga, concretamente a Alhaurín de la Torre, donde vive feliz junto a su marido Rafael, un hombre tímido y muy sencillo, y sus dos hijos, David, de 22 años, y Jairo, de 20. «Con todo el follón de los treinta años, no dejan de llamarme para hacerme entrevistas y mis hijos ya me piden que me aproveche y que cobre, ja, ja, ja… naturalmente me lo dicen de broma», apunta Julia que derrocha amabilidad a pesar de encontrarse algo pachucha por un párkinson que le detectaron hace cuatro años. Cuando se cansa (y estos días son para ella de mucho ajetreo) los síntomas de la enfermedad se recrudecen. Con Rafael, un bilbaino criado en Madrid, tenía muchas ganas de compartir su vida. De hecho, a los tres meses de obtener el divorcio contrajo matrimonio civil con él. Lleva con él 29 años. «Sigo con él tan feliz como el primer día y espero que siga así para siempre».

-¿Fue duro el revuelo mediático que se montó a su alrededor?

-No sabes cuánto hubiese preferido no obtenerlo la primera. Vecinos que apenas me conocían salían hablando de mí, las miradas por la calle, los comentarios en el barrio, los fotógrafos que rondaban por mi casa… sí aquello me llegó a incomodar bastante.

Sin embargo, sus allegados sí se alegraron de la noticia. «Mis amigos y mi familia conocía bien mis circunstancias y lo celebraron». Solo su padre, un recto oficial del Registro de la Propiedad en la conservadora Santander de los primeros 80, se llevó un pequeño disgusto al contemplar a su hija acaparando portadas por aquel sonoro divorcio. Hace once meses, el padre de Julia murió y en el funeral coincidió con su expareja. Vidal, que tuvo el bonito detalle de acudir al sepelio, se ha casado tres veces y su última esposa es pariente lejano de Julia. Entre ellos no hay resentimiento y si lo hubo, el tiempo se ha encargado de cicatrizar las heridas. Él, que sigue viviendo en Cantabria, nunca ha querido salir en los medios. Fernández Ordóñez ya no está para celebrarlo, falleció en 1992, pero personas como Julia han perdido la vergüenza y recuerdan con agradecimiento al ministro que derribó aquella «barricada» una calurosa tarde de junio.

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