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El divorcio pisa el acelerador

En menos tiempo del empleado en leer este artículo, se ha producido una ruptura en nuestro país. Un matrimonio pone fin a su relación cada 4,8 minutos. Y es que cualquier tipo de contrato –bien sea uno laboral, de compraventa de una vivienda o incluso el que mantenemos con una compañía telefónica– es más sencillo de romper a día de hoy que el pacto matrimonial.

Los datos hablan por sí solos. Desde 1981, año en el que se legalizó el divorcio en España, se han producido más de 2,5 millones de rupturas. Pues bien: desde 2005, año en que entró en vigor la ley del «divorcio exprés», se han producido 755.095 rupturas, de las cuales 636.454 eran divorcios. Así, el 50 por ciento de los divorcios consumados en las últimas tres décadas se han ejecutado en los últimos seis años. Así, 295 parejas ponen fin a diario a su relación.

Éstos son los datos que revelan, a juicio del Instituto de Política Familiar (IPF) un «gravísimo problema» en nuestro país. «Los efectos de la ley han sido nefastos», explica Eduardo Hertfelder, presidente del IPF. «No existe en la legislación occidental una medida que potencie el divorcio de manera semejante: de manera unilateral y de forma inmediata, aunque uno de los cónyuges no quiera», añade. Y es que, como recuerdan en el IPF, el paso previo de la separación antes del divorcio quedó eliminado tras la ley de 2005, de tal forma que en unos pocos días la ruptura puede ser consumada. De hecho, hasta que se aprobó la actual legislación, entre el 60 y el 70 por ciento de las rupturas eran separaciones. Hoy, los divorcios han supuesto en los últimos 30 años un 53 por ciento de las rupturas y las separaciones un 47 por ciento.

Lejos de la media europea
Como argumenta Hertfelder en el libro «La familia, desafío para una nueva política», la situación ha causado un incremento «espectacular» de la población de divorciados en nuestro país: de 1,1 millones de personas en 2005 se pasó a 1,9 millones en el segundo trimestre de 2011. De hecho, los divorciados suponen un 5 por ciento de la población mayor de 16 años. Mientras, por cada cuatro matrimonios que se celebran en España se registran tres rupturas. Muy lejos de la media europea: por cada diez enlaces, se rompen cinco.

¿Es sólo debido a una ley que ha facilitado el divorcio o también se ha producido un cambio de mentalidad? «Existen factores culturales. Ante las crisis, parece que la única opción es la ruptura, rehacer tu vida. No existe una mentalidad de dar una segunda oportunidad», dice Hertfelder. Además, apuntan en el IPF, cierta idealización de las relaciones ha originado que, al mínimo problema, «pensemos que el amor ha terminado». Tampoco hay que olvidar que «la ausencia de una conciliación familiar y laboral ha dado pie a una falta de comunicación» entre las parejas.

Hablamos de 2,5 millones de historias marcadas por los fracasos personales, pero también por los menores que los han sufrido. Según estima el IPF, alrededor de dos millones de hijos han sido los que más han perdido en la ruptura. «Cuando un niño ve que las dos personas a las que más quiere en el mundo se separan, puede pensar que es por culpa suya. Por ello, puede sufrir grandes problemas psicológicos. Además, una ruptura le transmite una serie de contravalores: la fidelidad, la entrega y el sacrificio no merecen la pena», defiende Hertfelder.

¿Soluciones? Entre otras, el IPF propone la creación y promoción de los Centros de Orientación Familiar (COF) y seguir las recomendaciones del Consejo de Europa en lo que se refiere al impulso de medidas preventivas para superar la conflictividad conyugal.

Razones de una ruptura

1.- Ley de 2005
La ruptura es casi instantánea. Basta con que un solo cónyuge quiera el divorcio.
2.- Conciliación
La dificultad para conciliar vida familiar y laboral no ha mejorado la comunicación en pareja.
3.- La familia, lejana
Al vivir más lejos de nuestra familia más cercana, perdemos su apoyo.
4.- Cambios sociales
Como recuerdan en el IPF, hoy, ante la menor crisis, sólo se encuentra salida en la ruptura.
5.- Falso romanticismo
Cierta idealización hace que pensemos que el amor se ha agotado ante el primer bache.

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